Florence Thomas: la mujer que no conoce el silencio

Yo defiendo las mujeres que levantan la voz y que se hacen escuchar.

Por: Nicole Vanessa Ruiz Rey

Oprimo el botón del ascensor que me lleva al quinto piso, cuando me encuentro a las afueras del estruendoso aparato, una señora  me recibe con la puerta abierta, vestida con un bléiser gris y flores naranjas y un pantalón negro. Tiene unos ojos oscuros, una mirada curiosa y unas gafas colgando en su pecho. Me sonríe levemente y me invita a seguir. Un olor a verbena me inunda cuando estoy adentro. Lo más característico de todo el lugar es la inmensa cantidad de libros que rodean la sala, el estudio y el comedor. Se sienta en su trono, pues claramente es la silla de su preferencia y entrelaza los dedos de las manos con expectativa.

Florence Thomas, se considera una mujer blanca privilegiada. Nació en el año 1943 en Rouen, Francia. Desde muy pequeña sentía que no encajaba, pues un vacío crecía dentro de ella al ver que estaba en una ciudad que lo tenía todo y no carecía de nada. Con el paso de los años se enamoró de un colombiano que la trajo a vivir a la capital del país. Allí rápidamente se dio cuenta de lo injusto y caótico que era el mundo.

“Cuando yo llegué a Colombia, ni te cuento, apenas sabían los hombres donde era la cocina. Mi ex suegro, un hombre bogotano de pura cepa, cuando íbamos a almorzar se tomaba un tinto al acabar de comer y jamás se paraba de la silla, sino que esperaba que le recogieran absolutamente todo.”

Ella expresa lo difícil que fue llegar a una cultura que poseía características peculiares y que al sol de hoy le generan profundo dolor. Agrega que su matrimonio sólo duró 10 años y sin importar las circunstancias decidió quedarse para educar a sus hijos con el idioma español y sus raíces nativas. En la década del 80 entró a trabajar en la Universidad Nacional y claramente empezó a notar como su voz era silenciada por el simple hecho de ser mujer. Eso la incentivó a luchar.

Por otra parte, en los años 60 aunque las mujeres ya eran ciudadanas no se hablaba de derechos reproductivos y la maternidad era una obligación disfrazada de ternura y compasión. “Aquí no se hablaba del aborto, los hombres tenían la potestad sobre el cuerpo de las mujeres y con mi privilegio de ser extranjera empecé a viajar por todo el país para poder entender las dinámicas del género y así romperlas” ríe de forma pícara.

Su trabajo en la Universidad fue fundamental para construir bases teórico-prácticas del feminismo, poco a poco alcanzó esos pinitos que se necesitaban para hablar de una libertad femenina. Florence creó el grupo Mujer y Sociedad que aún está vivo. Ha sido testigo de investigaciones y críticas sociales que generaron un cimiento en cuanto al término equidad. Ella expresa abiertamente su apoyo a la legalización del aborto, debido a la falta de garantías de protección a niñas y mujeres que no tienen las herramientas para ser mamás.

Ante la curiosidad que me implica estar frente a ella, pregunto su opinión respecto a las mujeres que no están a favor del aborto. Ella suspira profundamente y mira el techo con el ceño fruncido. “Yo no soy fanática de esto. ¡Yo nunca obligaría a una mujer a abortar” Es algo que los próvida no entienden. Lo que quiero es que las mujeres sean las que decidan. Si la mujer quiere tener hijos, la voy a apoyar, si no también. Yo soy pro opción.”

La manipulación que las mujeres han recibido por parte de las EPS, la familia y evidentemente el gobierno es de gran magnitud. Por eso jamás se detuvo y trabajó con Profamilia para ampliar la mirada de los derechos reproductivos. Explica brevemente cómo las causales del aborto no funcionan, pues los prejuicios morales no apoyan jamás a la mujer, por ende para Florence la lucha jamás se detendrá y si no se alza la voz se les da pie a los hombres, para nuevamente hacerles creer que tienen el control.

Para ella, la ética del cuidado ha sido un factor prescindible para entender el rol generado por la misma sociedad acerca de su verdadera función. “Desde chiquitas se nos ha dicho que debemos cuidar al otro, preocuparnos, darles, servir. Nosotras no sabemos qué es trabajar para nosotras mismas” Entender la dinámica de la ética de cuidado es comprender que es una economía global, sin las mujeres el mundo no sería lo que es.

No es simplemente el aborto, no es sólo un grito. Es lo que representa para la historia; en el arte, la ciencia, la filosofía, la vida misma. La mujer no puede seguir siendo marginada. En estos momentos las jóvenes tienen el poder seguir trasmitiendo el mensaje de poder, dice Florence.

Es una mujer de 80 años que con su melodiosa voz y espíritu joven ha sido portadora de la historia en Colombia, partícipe de un camino y destructora de barreras sociales. Ya no viaja como antes, pero sigue siendo una muestra del poder femenino.

Después de finalizar una productiva charla se dirige a la cocina a comerse una torta de almojábana, mientras dice: El amor, querida, el amor siempre estará dentro de ti, no importa cuántas veces te hagan creer lo contrario o te hagan buscarlo en los demás. Jamás será tan inmenso como el que reflejas en tu propia alma.

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