El amor con maltrato cansa

Ese fue el caso de Bárbara, una mujer de campo que no solo soportaba la pobreza sino también la violencia de su marido, aunque nunca llegaron al altar.

Por: Karen Dallana Vargas Ramírez

Estando en el suelo, mojado y gritando, el señor Pedro pedía ayuda a Alicia, porque su mujer la señora Bárbara lo iba a matar a golpes. Su plegaria no fue escuchada, estaba claro que se lo merecía. En un contexto histórico donde la mujer tenía que obedecer al hombre la decisión que tomó mi abuela era inaudita, ya que pocas se atrevían a levantar la mano contra sus maridos; pero como a todo marrano le llega su noche buena, el amor con maltrato cansa a cualquiera.

Ese día la abuela estaba lavando la ropa, cuando de repente el abuelo llegó y comenzó a insultarla, ella trató de ignorarlo, pero ya no aguantaba más maltratos. “Hay momentos en los que uno no se aguanta nada”, eso le pasó a Bárbara cuando decidió coger un balde de agua y tirárselo encima a Pedro y tomó un garrote para pegarle hasta que se disculpara.

Él, que era de baja estatura, no pudo defenderse y solo le pedía ayuda a Alicia, su nuera, que simplemente se quedó observando. Ella no intervino porque sabía que se lo merecía, entendía que en problemas de pareja es mejor no meterse y prefirió irse a su casa. El abuelo nunca se imaginó que en algún momento de la vida se cambarían los papeles y ahora sería él quién tendría que suplicar.

Después de ese día, como pasa en muchas parejas, los abuelos arreglaron sus problemas, en esa época no se divorciaban, además que en el entorno en el que vivía Bárbara no era favorable para que pudiera subsistir sola y menos con sus hijos pequeños.

Eran los tiempos de gloria para el machismo. La cultura permitía que el hombre hiciera lo que quisiera, mientras la mujer sumisa debía obedecer. Ese fue el caso de Bárbara, una mujer de campo que no solo soportaba la pobreza sino también la violencia de su marido, aunque nunca llegaron al altar.

Ella se fue a vivir con Pedro a los quince años, era algo muy común en su tiempo, así mismo procrear a temprana edad, de eso pueden dar fe sus nueve hijos.

Talvez el cuidado de los hijos y la búsqueda de una vida más digna obligó a Bárbara a ponerle el “tate quieto” a Pedro. Así fue frenando las agresiones físicas y psicológicas, sin importarle ser juzgada por los vecinos. El hombre bravucón aprendió que el amor con violencia no paga y que los sentimientos mueren por sus actos. Así como el cariño transforma, la violencia también lo hizo con Bárbara y de qué manera.

Sin embargo, como dice el adagio popular “loro viejo no aprende a hablar”, Pedro no volvió a golpear a su pareja, pero se fue a su tumba celándola cada minuto. Seguramente prefirió irse antes de seguir imaginado que la mujer de su vida lo podría traicionar.

Serie: #CrónicaDeLosAbuelos

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