La mujer que creció con alma de niña

Si la familia fuera un rompecabezas, Lyda sería la pieza clave para poder armarlo

Por: Nicol Daniela Carvajal Aldana

Eran las 6:30 de una mañana del año 1959. Lyda Olarte caminaba por el barrio Olaya Herrera, disfrutaba cada minuto de su recorrido largo y ameno por las cuadras de esta zona. Las personas que hacían parte de ese lugar eran amables y se preocupaban por el bienestar de los niños. Su destino era la escuela Concentración Distrital Antonio Baraya, en donde cursaba su primer año de primaria. Las emociones encontradas diariamente en el momento de alistarse para ir a estudiar eran similares a la sensación de un viaje con destino a un lugar soñado.

Para ella no existía la palabra pereza, llegaba al colegio a las 7:00 a.m, en la primera jornada escolar en donde solo iban las niñas. Lyda llegaba con su maleta de puro cuero marca ABC, la cual lucía con estilo, pues estaba de moda. Al momento de entrar al salón grande y decorado para comenzar las clases sacaba su único cuaderno de hojas rayadas y gruesas, de portada color crema, con una pegatina para marcarlo en el centro. Así mismo, ella también alistaba una pizarra, colores y por supuesto no podía faltar la cartilla “Alegría de Leer”, lo primero que se leía eran los cuentos tradicionales. La forma de aprendizaje era divertida porque las maestras se encargaban de consentir a las alumnas, transmitiéndoles todos sus conocimientos de forma creativa.

Las fechas especiales hacían que la emoción de esta niña se elevara. En las celebraciones como la del Día de la Madre en el mes de mayo, le encantaba hacer manualidades para dársela como obsequio a su mamá, y de esta manera hacerla sentir especial.

Recuerda mucho aquella vez que la maestra les dijo que hicieran un dibujo de lo que más le gustara, en ese momento lo primero que pensó, fue en graficar una hermosa mariposa, llena de colores y detalles maravillosos. Por medio de ese dibujo transmitía la magia.

Después de tener la ilustración lista, la maestra pasa a su puesto con parafina para cubrirla y de esta manera darle brillo a su detalle, con el fin de entregárselo a María Antonia Penagos, la madre más hermosa. La alegría y el entusiasmo con que realizó este trabajo hizo que ese día fuera un momento inolvidable en su vida. Para Lyda había quedado increíble.

Actualmente Lyda Olarte tiene 69 años y recuerda su infancia como una de las mejores épocas de su vida. Sin duda alguna volvería a repetirla, puesto que fueron momentos en donde la violencia y la maldad no eran tan comunes. Los niños podían caminar tranquilos por las calles mientras los adultos cuidaban de ellos. La forma de enseñar era distinta y desearía que siguiera siendo así aún.

Se convirtió en una mujer feliz, amorosa, generosa, trabajadora y apasionada por su familia, en especial con sus 4 nietos a quienes desde pequeños les enseñó el valor de la vida, la importancia del estudio, leyéndoles y compartiendo los cuentos tradicionales con los que ella creció y la marcaron de forma significativa. Sobre todo, se centró en enseñarles a amar fuertemente a las personas que los rodean, disfrutar todos los días como si fueran el último, ayudando y sembrando algo nuevo en los demás.

Si la familia fuera un rompecabezas, Lyda sería la pieza clave para poder armarlo, es una mujer incondicional y sus consejos llenos de sabiduría han salvado a más de uno en algún momento. Es por eso que sus hijos y nietos la valoran como un diamante, son su más grande tesoro. Es la paz de la familia.

Serie: #CrónicaDeLosAbuelos

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