Silenciados por el conflicto
Colombia es un país que no conoce su historia, por ello está condenado a repetirla. Colombia es un país con tanta diversidad cultural, grandes llanuras y paisajes que enmarcan realidades desconocidas, donde no todo es como lo pintan, donde no reaccionamos ante nuestras verdaderas problemáticas, donde luchar solo no vale. Y con ello son muchas las necesidades de aquellas sociedades que viven en las remotas montañas, apartados por inmensos ríos, sobreviviendo a una guerra que no han solicitado, colombianos que solo quieren que sus hijos crezcan en lugares libres de balas, sangre, dolor y violencia, y que puedan llevar una vida tranquila.
Pero hay personas como el fotoperiodista colombiano Jesús Abad Colorado, que lleva en sus hombros una responsabilidad tan grande sin habérsela asignado, y es retratar, bajo su lente, dichas situaciones. Un hombre que, con cada vivencia en cada rincón de nuestro país, dibuja claramente una realidad que quizás muchos desconocemos, enmarcada por diferentes razas y tribus, que reviven tradiciones para no dejar morir su historia, nuestra historia.
Todo parte desde mirar nuestro territorio, no solo ver la farándula light o los grandes medios nacionales que dejan en el olvido aquellas historias de las personas víctimas de un conflicto. Una de ellas es la de Aquileo Mecheche, un maestro y líder de una comunidad que murió haciendo lo que más amaba, ayudar a su territorio.
Él ha tenido que vivir el peligro por ayudar y retratar historias de pequeños pueblos colombianos en procesos de duelo, muertes masivas o simples “bombas”. En sus manos lo que más fácil puedan agarrar, una guerra que han esquivado unos y otros, han hecho parte de ella para no morir, esto es solo la suma de como nuestro país es cada vez dirigido por gobernantes de turno que noven las problemáticas internas , las lágrimas de sangre y el terror que viven nuestros campesinos que solo piden paz para seguir viviendo en los lugares que les pertenecen y con lo mucho o lo poco que los hace felices, sus familias.
Por Ángela Forero