La otra cara de la Policía Nacional de Colombia
“Me da más miedo que mi hija salga por el pan y una bala de un policía le quite la vida” Fernando Preciado
El 9 de septiembre de 2020 en la ciudad de Bogotá en horas de la noche, 13 jóvenes murieron a causa de disparos propiciados por la policía, a lo largo de las protestas realizadas como rechazo a la muerte de Javier Ordoñez, en medio de un proceso policial a manos de dos agentes de la policía. Uno de los jóvenes asesinados fue Fredy Alexander Mahecha Vásquez un joven de tan solo 20 años que falleció a causa de un disparo en el pulmón izquierdo.
“Ahora la ley de los policías es que si uno dice algo lo matan, ellos tienen el derecho y pueden desaparecer a alguien y lo más irónico es que el Gobierno los respalda”
Días antes concretamos una cita para vernos frente al CAI de Suba Rincón el 7 de octubre. A las nueve de la mañana me siento en una silla de madera en el parque a esperarlo, pasados 15 minutos veo a un joven de unos 20 años cruzar la calle con sigilo y desconfianza, le pide permiso a su pie derecho para continuar con el izquierdo, viste con pantalón negro, unas zapatillas negras, una gorra plana color azul claro, un buzo mitad blanco, mitad gris y unas letras en inglés; carga una maleta negra pequeña, la agarra tan fuerte con su mano izquierda como si de eso dependiera su vida, en la mano derecha lleva su bicicleta negra, algo baja para su estatura de al menos 1,80 cm. Camina encorvado y pretendiendo intimidar con sus ojos cafés claros a quien se cruce en su camino, porta un tapabocas negro, es difícil diferenciar a las personas con tapabocas, así que me arriesgo, camino hacia él, lo saludo y le pregunto por su nombre, se queda observándome durante 5 o 6 segundos. Sin decir una palabra, me atrevo y le pregunto:
- ¿Eres Fernando Preciado?
- Si, ¿eres la periodista? – dice, mientras me estrecha la mano derecha.
- Aún no, pero, si soy yo – le respondo entre risas estrechando su mano derecha.
Nos sentamos a un metro de distancia en la misma silla donde lo había esperado durante 15 minutos. Mientras nos acomodamos para dar inicio a la entrevista presenciamos como un agente de policía golpea fuertemente a un hombre de unos 26 años. Desde nuestra silla no entendíamos por qué lo está agrediendo, él se cubre la cabeza con ayuda de sus brazos mientras el uniformado continuo agrediendo al joven. Yo intento sacar mi celular del bolsillo para grabar, cuando Fernando me detiene la mano y me dice:
- No, quieta, vámonos – dice con voz fuerte y a la vez temblorosa, mientras se para de la silla de madera.
- Hay que denunciar – le respondo preocupada.
- ¿A quién? – dice con un tono sarcástico y un poco molesto, tomó su bicicleta y me miró serio a los ojos.
A paso rápido intentando disimular el miedo nos dirigimos a una cafetería cerca al CAI, nos sentamos uno frente al otro pedimos un café y un roscón. Fernando mantiene la mirada perdida, deja el café caliente sobre la mesa, toma una servilleta y se limpia la boca rápidamente, me mira y dice:
- Usted viene a preguntarme ¿por qué decidí salir a marchar ese día que mataron a Mahechita? Pues ya lo vio, estamos cansados, yo estoy cansado de que acá los policías de Aures, y Rincón son unas porquerías, literalmente a uno le toca verlos y correrles porque los manes son a robarle la plata, lo poquito que usted lleva, ellos no van a tirarle a los ladrones sino a la gente del común, a la gente que le toca trabajar, no sé por qué pero así es. Hace como veinte días un policía me dijo que le pasara el celular, se robaron mi celular y me quitaron la plata, luego aparecieron y me pidieron cuarenta mil pesos por el celular– dice con los ojos aguados, golpeando la mesa y apretando los puños.
Se levanta el pantalón y me muestra unos morados en los tobillos, luego se pone de pie y se sube el buzo mientras señala 8 o 9 moretones distribuidos en las costillas y la espalda. No puedo disimular mi cara de asombro e indignación, decido preguntarle:
- ¿Usted cree que los policías le robaron su celular y lo golpearon porque sabían que ahí habían pruebas contra ellos por el asesinato de su amigo Fredy Alexander Mahecha?
- Esos tombos son dañados, mañosos, la verdad si – dice mirando con decepción y tristeza hacia la calle.
- ¿Podría contarme que pasó ese 9 de septiembre alrededor de las diez de la noche?- le pregunto.
- Ese día yo salí a trabajar como todos los días a las once y media de la mañana, yo trabajo cocinando en un restaurante de almuerzos caseros aquí en Suba Rincón, entonces tengo que llegar antes del mediodía, lleve a mi hija Sara de ocho meses a casa de una vecina que me hace el favor y me la cuida. Terminé mi turno ese día a las diez de la noche y llamé a 5 amigos, entre ellos Fredy, les propuse ir a la marcha. A eso de las 11:30 de la noche, la gente ya se había tomado el CAI de Aures y Gaitana, todos los policías que estaban en el CAI de Rincón se fueron para el CAI de Aures y ahí fue donde empezaron a dispararle a la gente y todos empezamos a correr, cuando a Mahechita (apodo de Fredy Mahecha) le pegaron un tiro en el pulmón izquierdo, inmediatamente se desplomó, corrimos a pedir ayuda, lo intentamos subir a una moto, pero nos tocó en un taxi por toda la Av. Cali, al final el pelado no aguantó llegar al hospital de Suba. – dice con lágrimas en los ojos, se lleva las manos a la cabeza y rompe en llanto incesante.
“La gente está mamada, yo por mi parte estoy mamado, ahora hay que correrle a las ratas y a los policías”
Fredy Alexander Mahecha Vásquez tenía 20 años, nació el 9 de octubre de 2000, vivió toda su infancia en Cúcuta, Norte de Santander. Al terminar el colegio decidió irse a vivir a Bogotá, para buscar un mejor futuro, luego de prestar servicio militar unos años. Trabajaba como guardia de seguridad en el Centro Comercial Subazar ubicado en la ciudad de Bogotá en la localidad de Suba, vivía con su hermana mayor Valentina Mahecha, quien también se desempeña como policía. Fredy era un joven con sueños, metas, ilusiones, amigos y familia.
- ¿Quién le informó a la familia de Fredy lo sucedido? – le pregunto.
- Un amigo, él era más cercano a la hermana y le pidió que fuera a reconocer el cuerpo en el hospital de Suba a eso de las dos de la madrugada del 10 de septiembre, inmediatamente ella llamó a la familia por allá en Cúcuta y cuando se enteraron también se formó un mierdero en el CAI de por allá – dice mientras se toma un sorbo de café y da un mordisco a su roscón.
- ¿La familia de Fredy recibió algún auxilio funerario? – le pregunto.
- Claro, ellos pagaron el traslado del cuerpo de Bogotá a Cúcuta, pero también es porque la hermana es policía, aquí todo es palanca y les ayudaron con los gastos funerarios allá en Cúcuta – dice bajando un poco el tono de la voz.
Sus ojos se empiezan a llenar de lágrimas y la voz se le entrecorta, el hace sonar su garganta una y otra vez, mira para un lado y para el otro, como si alguien nos estuviera espiando, es muy precavido con cada palabra que dice, la piensa, habla despacio se toma su tiempo, respira y se queda callado intentando retener el llanto. Yo decido preguntarle:
- ¿Considera que ir a esa marcha ayudó a mejorar la situación del abuso policial?
- No, lo único que cambiaron fue a los policías, los de Aures ahora están en Rincón y los de Rincón en Gaitana, el abuso continúa, y sí, seguiré yendo a marchar cuantas veces sea necesario, porque ahora voy a marchar por un hermano que me mataron y que no me van a devolver – dice sin titubeos.
- ¿No tiene miedo de que su hija se quede sin un papá? – le pregunto.
- Sí, pero me da más miedo que mi hija no pueda ir a pedir ayuda a un CAI porque me la violan, me da más miedo que mi hija salga por el pan y una bala de un policía le quite la vida– dice mientras su entrecejo se frunce de la rabia.
En ese momento suena el celular de Fernando, logro escuchar que es la vecina con noticias de su hija, él cambia completamente, es otra faceta, es vulnerable, ya no tiene puesta la armadura y sus ojos cafés ahora se ven dulces y felices, a los cinco minutos cuelga el teléfono, se levanta la manga izquierda y mira su reloj negro, abre los ojos como un sapo, se atraganta el café y el roscón, me dice:
- El tiempo se nos fue volando son las doce, espero que la historia de Mahechita no se quede entre usted y yo, compártala, que la gente escuche lo que realmente pasó, porque no somos vándalos, somos gente humilde, honrada y trabajadora – dice mientras se alista para salir de la cafetería.
Me hace una seña con la mano derecha para decirme adiós, se monta en su bicicleta y arranca para su trabajo mientras yo me quedo con las palabras en la boca.
A raíz de la muerte de Javier Ordoñez como consecuencia de un proceso policial irregular. El 9 de septiembre en Bogotá se presentaron protestas en las diferentes localidades de la misma, como rechazo al abuso policial en medio del enfrentamiento
entre policías y civiles, 13 jóvenes perdieron la vida por el abuso de poder de las autoridades, los uniformados accionaron sus armas de fuego sin ninguna responsabilidad.
Uno de esos jóvenes asesinados fue Fredy Alexander Mahecha Vásquez,
un joven a punto de cumplir 21 años, trabajaba como guardia de seguridad en el Centro Comercial Subazar, tenía sueños y metas, los cuales fueron arrebatados por un impacto de bala .que le perforó el pulmón izquierdo.
Por: Brizzy Kireth Bautista Rey