Inocente Margarita

He intentado escribir desde hace 8 días, 3 veces al día, y no logro poner mis sentimientos en orden para plasmarlos en un escrito del tamaño de una cuartilla. Cada día es una sensación diferente, una nueva preocupación o un completo desastre emocional.

Nadie estaba preparado para quedarse en su casa por tiempo indefinido y mucho menos con el temor a salir e infectarse de un virus invisible mortal, bueno, probablemente las personas que están esperando un apocalipsis zombie son las más cercanas al tema, aunque lo dudo.

Oficialmente han sido 45 días en mi casa, unos “obligada por el gobierno” y los otros porque estaba aterrada por algo que ni se puede ver. Es como mi trastorno mental, está ahí, afecta a muchas personas en el mundo, pero no es visible, solo para los que lo padecen.

Me he hecho amiga de ella, es mujer porque me siento más cómoda, le he puesto Margarita, a veces la odio y a veces la acepto como parte de mi ser. Supongo que es mi coronavirus personal y científicamente se llama Trastorno Bipolar Afectivo (Maniaco-Depresivo), pero el nombre que le di es más agradable para el público, como el Covid-19.

Es difícil explicar algo que no se conoce y por eso he decidido hacer la comparación, porque desafortunadamente la salud mental en el país es casi nula, en realidad la salud en general, si no tiene como pagarla, pues “de malas”. Un trastorno es algo que aísla, quita la vida y es posible de contagiar, todos en algún momento han tenido ansiedad o depresión, solo que a algunos con cerebros especiales y corazones nobles les afecta más ¿Lo ve? Tienen muchas cosas en común, pero uno logró su popularidad porque se propaga fácilmente y mata más rápido.

¿Cómo han sido mis días en el confinamiento? Solo Margarita puede responder esta pregunta, porque se ha apoderado totalmente de mis pensamientos, acciones y reflejos. Cambia de ánimo con cualquier detonante, está demasiado sensible. A veces hasta quiero lanzarla por la ventana y no sentirla más, pero me detengo y negocio con ella. No ha querido dejarme atender a mis clases de la universidad, porque prefiere pensar en que el mundo se va acabar o ver cómo se cultivan las lechugas, en fin, es complicado.

Probablemente en el mundo hay muchas Margaritas aflorando en este tiempo de crisis, si fuera un cultivo se vería hermoso, pero en realidad sería un campo nocivo y agresivo, no todos podrían atravesarlo, igual que salir a hacer compras al supermercado sabiendo que se puede contagiar del virus asechador, es una zona minada y aplica para ambos.

En conclusión, prefiero estar afuera y mirar el cielo, admirar las flores, caminar hasta que las piernas empiezan a doler, abrazar a mi papás y tenerlos a mi lado, ver a mi numerosa familia, salir a comer con mis amigos, estudiar compartiendo un salón con 50 personas más. Prefiero ser Daniela y dejar encerrada a Margarita porque mientras estemos las dos en estas cuatro paredes hay una guerra constante conmigo misma.

P.S: Tengo el corazón en la mano, los ojos empañados de lagrimas y los sentimientos a flor de piel, espero que esto ayude a ponerse en los zapatos de alguien más que esté sintiendo el mismo ahogo.

Por Daniela Torres Garzón

 

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Imagen de Natálie Šteyerová en Pixabay

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