En realidad, ella no conoció a su esposo, nunca pensó que su vida tomaría el rumbo que tomó
Por: Alejandra Franco.
Luego de un largo día de trabajo, Carmenza se encontraba con un malestar en la espalda por el trajín diario, le dolían los pies, sentía como le palpitaban, estaba tan cansada que decidió ponerse su pijama y acostarse un poco más temprano de lo normal. Esto era raro, ella ya tenía una rutina nocturna, sin embargo, ese día fue una excepción.
Como cada noche su esposo se acuesta del otro costado. Ella nota algo diferente, sintió una vibra extraña, algo que nunca había notado en él. Se veía muy concentrado, como cuando está ocupado en el trabajo, no actuaba como normalmente lo hacía, había algo diferente. Se veía nervioso y el movimiento de sus manos lo delataba, las movía de un lado a otro y tronaba sus dedos con un poco de desespero, miraba a todos lados, estaba alerta de lo que pudiera llegar a pasar, parecía que ocultaba algo en ningún momento soltó su celular. Se notaba tanto que le ocurría algo, que sus acciones hablaban por sí mismo, pues no decía ni una palabra.
Carmenza trató de entablar una conversación con su esposo preguntándole cómo le había ido en el trabajo y la respuesta fue cortante, su actitud era extraña, no se notaba interesado por la conversación. Ella se enojó un poco, así que solo se dio la vuelta para poder descansar, estaba tan agotada que no tenía mente para averiguar qué le estaba pasando a su marido.
A la mañana siguiente el descanso hizo efecto, Carmenza se levantó con buena actitud, pero esto no duró mucho. Cuando su esposo despertó, ella mencionó lo ocurrido la noche anterior, preguntándole por qué había llegado tan distante del trabajo, y nuevamente sus respuestas no fueron las mejores. Nunca llegó a decir con claridad qué era lo que le ocurría. Esto elevó el enojó en Carmenza, más por el hecho de que, durante toda la conversación, él dio a entender que no quería hablar. Así que ella no le habló más.
Durante el resto del día el hombre seguía con aquella actitud de la noche anterior, ya no era solo con ella sino con su hija también. Él siempre había sido una persona charladora y cariñosa con su familia. Cuenta Carmenza que su hija trató de hablar con él, pues ella ya es una mujer de 30 años, pero de igual manera terminaron discutiendo como lo hizo con su mamá. Pasó el día y así mismo las semanas, pues la disposición del hombre no cambiaba y esto provocó que poco a poco empezaran a normalizar la nueva personalidad de aquel hombre con el que convivían.
Ahora, él era callado y muy serio, así mismo distante y poco expresivo, situación que ponía triste a Carmenza, pues ella quería a su esposo de vuelta. La impotencia ya hacía parte de aquella mujer, pues por más que quisiera hablar con su esposo y saber qué era lo que le pasaba, nunca lo lograba. Para intentarlo, tenía detalles como preparar su comida favorita, o llevar los dulces que le gustaban para que él la notara, pero cada vez era más difícil. El desinterés era evidente.
Realmente nunca supo qué era lo que le pasaba a su esposo. A casi un mes de este comportamiento, Carmenza se encontraba cansada de estas actitudes y de esa nueva relación. Así que empezó a sospechar que tal vez él estaba con otra persona. Para ella era imposible creer que después de más de treinta años su esposo solo decidiera empezar a comportarse así. Madre e hija, sentían que desde esa noche solo se tenían entre ellas.
Por las sospechas trataba de coger el celular de su marido, pero no le era posible, a donde él iba siempre lo tenía en la mano, teniendo en cuenta su poca comunicación pedírselo directamente no era una opción. Un día, cuando él entró de afán a la ducha, dejó en la cama el teléfono, así que
Carmenza no lo pensó dos veces. Sintió que esa era su oportunidad de saber qué estaba pasando. Empezó a mirar todo, abrió galería, redes sociales y todas las opciones que tenía el celular.
En su búsqueda entró a WhatsApp y encontró algo lo que no quería ver. Tenía al frente de sus ojos la razón por la que iba a empezar a subir el cerro de Monserrate dos veces por semana. Pues ese día supo que su esposo le era infiel con alguien de su trabajo. Sus manos comenzaron a sudar, de su boca no salió palabra. Sabía que estaba mal revisar un celular ajeno, pero, lo que él estaba haciendo era peor. Carmenza en ese momento tenía tanta adrenalina, que los pocos minutos le alcanzaron para espiar otra aplicación. Cumplió su cometido.
Dejó el celular y actuó como si nada pasara. Se sentó en el sofá de la sala a llorar, se preguntaba qué había hecho mal durante tantos años de matrimonio. Ella nunca fue mala persona. Ese día estuvo tan triste que un bocado de comida era imposible para aquella mujer con el corazón destruido, realmente tampoco pudo dormir a partir de ese momento. Su descuido personal se notó en todos los aspectos, ya no se preocupaba por su bienestar físico ni mental, solo estaba echada a la pena, el dolor era tan grande que hasta respirar era difícil.
Todo empeoró cuando el cinismo de su esposo aumentó. Decidió entrar a gimnasio y hacer salidas en la noche, ya no le importaba si su esposa o su hija se daban cuenta. Con el pasar de los días, los cambios eran más notorios, pues se preocupaba por su ropa, por si iba bien vestido o en tendencia, cosa que antes no hacía. Empezó a gastar todo su dinero, pero para las cosas del hogar sacaba la excusa de que no tenía.
Ella, en su desespero y tristeza por lo que estaba pasando, tomó la decisión de decirle a su marido que ya sabía lo que estaba pasando. Se sentía traicionada y humillada, quería saber qué pasaría entre ellos dos y cómo acabarían las cosas, pero como era habitual en esos meses, a su esposo no le importó nada y se portó de la manera más cínica posible. Él aceptó sin vergüenza alguna que era infiel, de hecho, hasta su actitud fue de enojo, sentía que nadie debía reclamarle.
“Carmencita”, como le decían sus amigas cuando la aconsejaban, trató de ser fuerte por mucho tiempo, pero ni física ni mentalmente aguantaba. Empezó a perder peso de manera importante, cada día lloraba más, lo hacía sin consuelo alguno. Los dolores de cabeza que sentía eran tan fuertes, que todo a su alrededor se movía. Cada día perdía más el control de su vida.
Toda la historia permaneció por mucho tiempo en secreto, pero ya era hora de contarle a su hija. Ahora, no solo Carmenza cargaba con el peso de la traición, sino que su hija desconoció por primera vez a aquel padre que era su compañía.
Al poco tiempo, Carmenza fue al trabajo de su marido, pues la rabia la carcomía por dentro, cuando llegó se dio cuenta de que la amante de su esposo tenía menos años de los que tenía su propia hija. Era una joven universitaria que estaba haciendo las prácticas profesionales en la empresa. Ella estaba tan enojada que realmente no supo cómo manejar sus emociones, no se contuvo y se abalanzó a la chica para atacarla.
De algún modo, como era de esperarse, terminaron peleando, o realmente Carmenza terminó encima de ella golpeándola y reclamándole por lo que estaba haciendo, esta mujer estaba tan llena de rabia que ni pensó en las acciones de ese momento, hasta le temblaban las manos, ahí fue cuando tocó fondo y entendió la razón por la cual su marido ahora iba al gimnasio y se preocupaba tanto por su aspecto físico.
Después de este incidente, Carmenza se dio cuenta de que ya no podía caer más bajo. Se golpeó con otra persona por un hombre que claramente no valía la pena, no era la manera en cómo ella quería llevar su vida, así que tomó la dedición de empezar a hacer deporte, pues ya tenía más tiempo libre.
Es aquí cuando empieza a subir el cerro de Monserrate, al comienzo era muy complicado para ella, la tristeza que cargaba dentro no era liviana, pero la fe era tan grande y fuerte que comenzó a superar los retos que la agobiaban. Ahora, su plegaria cada que sube el cerro no es que su esposo cambie, o que las cosas vuelvan a ser como antes, sino que cuando logre llegar a la cima se sienta feliz y completa, como algún día, de manera personal, lo fue.