Un día más para el abuelo era uno menos para familia
Incomprendida por muchos y temida por otros, así es la muerte.
Por: Naren Farid Abdulhussein Torres
“Necesito ir al hospital, me duele todo el cuerpo, no creo que aguante mucho”, dijo el abuelo un domingo 24 de junio sobre el medio día, sin saber que nunca volvería a estar en la casa de su hija, compartiendo con sus nietos. El destino era cruel y cada segundo que pasaba lo acercaba más a la otra dimensión. Nunca supo que su necesidad dependía del tiempo, el mismo que a su vez lo iba a condenar a vivir el mejor de los peores días de su vida.
El abuelo, después de tanto esperar logró llegar a su destino, su diagnóstico no lo intuía ni el miembro más pesimista de toda la familia, por supuesto que para él también fue una sorpresa nada grata. Los segundos pasaban y su condición física no daba espera, a partir de ese momento cada día de su vida pasaba como los años.
Al final del día todos los miembros del personal médico caminaban felices por los corredores del hospital. La verdad es que no podía ser de otra manera, era domingo y la Selección Colombia de fútbol había ganado su partido en Rusia y seguía viva en el mundial, este suceso tenía enceguecida a toda la comunidad. Paradójicamente un día tan recordado por todos los colombianos también lo recordaría toda la familia. Un recuerdo triste que se veía como el inicio del fin.
La paz para el abuelo llegó hasta la madrugada, momento en que la morfina hizo efecto en su organismo y después de las horas más largas de su vida se pudo dormir. Todos pensaban que el peor día de su vida por fin había culminado, pero no, todo indicaba que los días buenos para él ya habían expirado.
La salud del abuelo cada día se encargaba de darle un dolor de cabeza a toda la familia, en especial a sus dos hijas quienes en compañía de una de sus nietas se quedaban toda la noche cuidándolo. La esperanza de que él lograra mejorar era casi nula. La resignación se sentía en el ambiente, y estar al borde del precipicio hacía los días realmente complicados.
Si hay una prueba de amor es esa, estar pendiente de una persona las 24 horas del día dejando todo de lado, ese es un reflejo de amor verdadero. La familia se acostumbró a vivir así. Y el lugar menos propicio para hacer las veces de hogar se convirtió en la casa del abuelo, el hospital.
Poco a poco el abuelo fue entendiendo que los peores días de su vida le traían puntos muy positivos. Él tuvo la fortuna de estar acompañado todo el tiempo, muchos familiares iban a visitarlo y sin duda alguna hacía un poco más agradables sus días. Aprendió a vivir cada minuto como el último, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Incomprendida por muchos y temida por otros, así es la muerte. Nunca se está preparado para ese momento; aunque ver el fin de la vida como el inicio de otra, hace mucho más fácil la partida de un ser querido. Así fue, todos en la familia sabían lo que se acercaba y entre la tristeza comenzaron aceptarlo.
El abuelo ya cumplía su tercera semana en el hospital. Sus hijas lo seguían cuidando y oraban para que se terminara su sufrimiento de alguna manera, algo que nunca pensaron hacer pues siempre han sido muy apegadas a Dios.
“No quiero que mi padre siga sufriendo, me duele pensar que él no pueda seguir acompañándonos, pero él no la está pasando bien y merece un descanso. Confió en Dios, él decidirá lo mejor para mi padre”, entre lágrimas decía una de las hijas del abuelo. Esa misma era la postura de casi todos los miembros de la familia. Mientras tanto, el día se acercaba.
Un día más para el abuelo, era uno menos para familia, que ya entendía que cada segundo a su lado era valioso. El abuelo había recibido visitas de muchos familiares, solo faltaba una persona: la abuela.
Tal vez él estaba esperando a una persona para poder despedirse de este mundo. La mañana del martes 17 de julio, el abuelo les expresaba a sus hijas que deseaba ver a una persona. Pero era difícil descifrar lo que él les decía, ellas optaron por decirle a la abuela que él la quería ver.
Los abuelos no cruzaban palabras hace años, a pesar de vivir a tan solo dos cuadras no se podían ver las caras, su relación se había roto por completo al punto de parecer dos desconocidos.
No fue mucho el tiempo que estuvo la abuela en el hospital, alrededor de 20 minutos. tiempo que bastó para expresar todos sus sentimientos. Esa tarde entre lágrimas se despidieron. Nunca más se volverían a ver.
A las 5 de la tarde el abuelo inició una nueva vida, o como muchos lo dirían finalizó la suya. De esta forma terminó su sufrimiento, y consigo el peor de los peores días de su vida.
Serie: #CrónicaDeLosAbuelos