“El día que se me apagó el switch”: Édgar Martínez

Edgar cursaba el grado 11 del colegio. Era febrero del 2013, y como todo estudiante próximo a egresarse, tenía la felicidad a pleno. Además, gozaba de excelencia académica y era uno de los jefes de mando estudiantil dentro de aquella institución militar.

Era el plan perfecto. Aparte del reconocimiento de sus profesores y su familia, amaba el deporte. Tenía muchos amigos y una novia a la cual quería. Sumado a ello, esperaba graduarse y luego hacer una excelente carrera militar.

El problema fue que el tercer mes de aquel 2013 vino acompañado de mareo, debilidad, agotamiento exagerado, entre otros síntomas. Por supuesto, la gente a su alrededor se comenzó a percatar de la situación.

No es normal que una excelencia académica y del deporte pase a quedarse dormido en clase, o a no poder subir las escaleras de su casa. Y por supuesto que fue al médico, pero como él afirma: “los sistemas de salud fallan”. Por ello se le diagnosticó “un virus que está dando mucho”.

El problema radica en que ese virus que estaba dando mucho, ya se volvió preocupante cuando no pudo subir la rampla de un portal de Transmilenio y casi se desmaya. Por supuesto, su pareja de aquel entonces lo auxilió y lo llevó a su casa. No fue solo llegar para que la madre de aquella chica, que casualmente era radióloga, se acercara a revisarle los ganglios del cuerpo y los encontrara completamente hinchados.

Paso siguiente, exigir al hospital una prueba de sangre para realizar un conteo exacto de los componentes básicos. Los que están leyendo esto, y yo que lo escribo, tenemos una normalidad de componentes sanguíneos entre 4.500 a 11.000. Él la tenía en 82.000.

Por supuesto era tan abrumador el resultado, que los médicos afirmaron “la maquina debe estar dañada”. Entonces le volvieron a hacer el examen, el cual ya no arrojó 82.000, ahora mostraba 84.000. “No, ni siquiera ellos lo creían” afirmó Edgar.

Decidieron ir al Hospital Militar, donde le dijeron “aquí la máquina es más confiable”. Y resulta que tenían razón, ya no se hablaba de 84.000, ahora se hablaba de 88.000. Del resultado a una habitación con su familia no sabe cuanto tiempo pasó, pero una noticia inevitable tocaba su vida.

-Tienes leucemia-, afirmó el doctor. -¿Qué es eso?-, dijo Edgar. -Es cáncer-. Y en ese instante, el switch de Edgar se apagó. Estaba presente en cuerpo, pero no en mente. Adiós a todo, amigos, familia, novia, colegio y futuro. Ahora solo lo esperaba una habitación en el piso 12 del Hospital Militar.

Autor: Miguel Alejandro Cruz

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