Los mejores momentos del Papa Francisco: un legado que nos toca el alma

El primer pontífice latinoamericano falleció hoy, dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia y en millones de creyentes y no creyentes alrededor del mundo. En Colombia, su paso en 2017 marcó un antes y un después en el proceso de paz y la reconciliación nacional.

Por: Nicolás Del Portillo Rojas

Hoy el mundo se despide de un hombre que fue mucho más que un líder. El Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, ha dejado un legado que va mucho más allá del Vaticano. Su forma de transmitir a multitudes, su humildad, su cercanía y esa sencillez que rompía protocolos, tocaron corazones en cada rincón del planeta. En Colombia, particularmente, dejó una huella imborrable.

Desde su elección en 2013, Francisco nos mostró una manera distinta de ejercer el poder: con los pies en la tierra y el corazón con los más olvidados. En lugar de lujos, eligió la sobriedad; en lugar de frases elevadas, prefirió las palabras claras y directas. Fue el Papa del pueblo, que habló por los migrantes, los pobres, los jóvenes, las víctimas del conflicto y quienes viven en las periferias, tanto geográficas como existenciales.

Uno de los momentos más significativos de su pontificado fue su visita a Colombia en 2017. No fue una visita más. Fue un gesto valiente y amoroso en medio de un país que acababa de firmar la paz tras décadas de conflicto armado. En Medellín, Cartagena, Villavicencio y Bogotá, habló de reconciliación, de perdón y de la necesidad de encontrarnos como hermanos. No vino a darnos lecciones, vino a abrazarnos. Y lo hizo.

En Villavicencio, por ejemplo, sus palabras ante las víctimas y excombatientes conmovieron incluso a quienes no profesan la fe católica. Nos pidió no tenerle miedo a la verdad, a mirarnos a los ojos, a construir juntos un futuro sin odio. Esa visita no solo fue histórica; fue profundamente humana y significativa para el país.

Otro momento que muchos no olvidarán fue cuando, en plena pandemia, caminó solo por una Plaza de San Pedro vacía. Bajo la lluvia, con la ciudad cerrada y el mundo paralizado, oró por la humanidad entera. Ese gesto, ese silencio que lo decía todo, reflejó su papel como guía espiritual en tiempos de incertidumbre.

También se destacó por su valentía al hablar de temas que muchos evitaban. Denunció los abusos en la Iglesia sin rodeos. Defendió el medioambiente como pocos líderes globales lo han hecho. Nos habló de la importancia de cuidar la casa común, de vivir con sobriedad y de pensar en las futuras generaciones.

Francisco fue, sin duda, un Papa que incomodó a muchos, precisamente porque se atrevió a poner el Evangelio en acción. Porque no habló solo desde los púlpitos, sino desde la calle, desde las cárceles, desde los hospitales. Porque recordó que la fe sin obras, sin justicia y sin compasión, es una fe vacía.

Su muerte nos deja con un dolor hondo, pero también con una tarea: continuar su mensaje. Que no se nos olvide que nos enseñó a mirar al otro con ternura, a no señalar con el dedo, y a vivir con coherencia.

Desde Colombia, hoy lo despedimos con gratitud. Con la certeza de que su paso por este mundo dejó frutos que seguirán creciendo. Gracias, Francisco, por enseñarnos que el amor, cuando es verdadero, transforma todo.

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