Libertad a medias

La “Hora cero” como la llama Carlos, cada vez se acercaba más. Durante todo el tiempo que él estuvo en la cárcel, siempre sintió terror por su vida, cada vez que veía a los reclusos susurrar a sus espaldas se imaginaba lo peor.  

por: Naren Farid Abdulhussein Torres 

Un sitio con tan solo cuatro paredes y una reja, es propicio para que no exista la libertad para nadie. Un lugar en el que cada pedazo de cemento está condenado de por vida, hace imposible pensar más allá de estos metros cuadrados. El rigor de unas paredes que sudan solo de ver a los encarcelados es el complemento perfecto de las imponentes rejas que abundan, y así solo sea por unas horas es inevitable sentirse privado de la libertad.  

La vida de un funcionario público es soñada por muchos, más en un país como Colombia, donde cualquier puesto de trabajo fijo es deseado por más de la mitad de la población. Sin embargo, para Carlos Sánchez, este trabajo ha sido la peor pesadilla de su vida.  

“Si tuviera la posibilidad de regresar en el tiempo rechazaría este cargo en el INPEC una y mil veces. La vida podrá ser dura y sin trabajo mucha más, pero sentirte sin libertad 8 o más horas al día es lo peor que le puede pasar a una persona”, palabras expresas de Carlos, quien entre lágrimas intentaba explicar el tiempo de vida que perdió, literalmente privado de su libertad. 

Una vez Carlos entró a cárcel Modelo de la ciudad de Bogotá se dio cuenta que las expectativas que tenía del sitio y el trabajo eran completamente erróneas. Le prometieron autoridad, dirigencia, pero al ver las hostiles rejas y las miradas de todos los allí presentes, se dio cuenta que esta promesa sería en vano. 

Fotografía: Semana, Cárcel Modelo, Bogotá- Colombia.
Fotografía: Semana, Cárcel Modelo, Bogotá- Colombia.

Los primeros días los pasó pensando que en algún momento tendría la autoridad que tanto quiso tener, pero cada suceso le quitaba un pequeño porcentaje de la esperanza que aún guardaba. Con el tiempo se dio cuenta que quienes mandaban en la cárcel eran los reclusos, así que en su labor se limitaba a evitar una tragedia en la cual saliera afectado. 

“Me engañé a mí mismo, fui ingenuo. El pensar que por tener un cargo importante en la cárcel iba a ser la máxima autoridad allí, eso era una mentira. Allá dentro mandan otros, lo mío solo era un puesto escrito en un papel, de ahí no pasaba”, Y sí,  Carlos tenía razón al decir que su autoridad no pasaba de un papel, el tiempo le ayudó aceptarlo. Pero el miedo de que le pasara algo en este lugar era latente. 

Carlos se adaptó al trabajo y así pasó el tiempo, sin darse cuenta cumplió 10 años en su cargo. Su normalidad, diferente a la del resto de la sociedad. Como él lo expresa, no es normal estar preso durante 8 horas al día. Pasó mucho tiempo para que él se diera cuenta que la tercera parte del tiempo de su vida era un preso más. Se acostumbró a vivir una libertad a medias. 

La “Hora cero” como la llama Carlos, cada vez se acercaba más. Durante todo el tiempo que él estuvo en la cárcel, siempre sintió terror por su vida, cada vez que veía a los reclusos susurrar a sus espaldas se imaginaba lo peor.  

9 de abril del 2019, un día tan común para cualquier persona, pero tan trascendente para Carlos. Llegó el día en que pudo saber de qué se trataban todos los susurros que escuchaba a sus espaldas. Uno de los reclusos más respetados en la prisión se acercó a Carlos con la intención de amenazarlo. Un grupo de presos tenían planeada una fuga, en la cual él tendría un papel fundamental. 

Carlos debía distraer a sus superiores en las horas de la noche después de cerrar las rejas, además de abrir cuatro celdas para liberar a los reclusos. Si él no aceptaba ayudar a este grupo de presidiarios su familia correría peligro: “El recluso mencionó a todos mis hijos, a mi esposa y a mis padres. También sabía la dirección de mi casa y decía tener amigos afuera que le harían daño a toda mi familia. No tengo idea como lograron conseguir esa información, pero nunca sentí tanto miedo.”, así manifestó Carlos lo que sucedió ese día en la mañana. 

Él se encontraba en un dilema, si ayudaba a los reclusos en su fuga, no solo iría en contra de sus valores morales, también podría ir preso por complicidad en este acto, pero por otro lado, si él se negaba, su familia empezaría a correr peligro. Al no saber qué hacer, Carlos se contactó con su mejor amigo y le comentó toda la situación. 

Foto: Tomada de Colprensa.

Aquella noche llegó la hora cero, al entrar a su casa Carlos no podía mirar a su familia, le daba escalofrío de tan solo pensar en la amenaza que había recibido. Sin comer se acostó en su cama, muy temprano para lo que él estaba acostumbrado. Al percatarse, su esposa entró al cuarto para mirar qué le sucedía a Carlos, para su sorpresa él estaba inconsciente y no daba respuesta a los actos desesperados de ella, quien rápidamente lo llevo al hospital. 

Por fortuna la esposa de Carlos actuó lo más rápido posible y él alcanzó a llegar con signos vitales a urgencias, donde le dieron atención inmediata al ver la gravedad de la situación, él había sufrido un infarto a causa de los altos niveles de estrés que manejaba. De inmediato los médicos de dieron a Carlos prioridad alta y lo internaron por varias semanas. 

“Cuando me enteré que Carlitos estaba en el hospital, le tuve que decir a su esposa todo lo que sabía, con él fuera de la cárcel era muy probable que ellos corrieran peligro, ella tenía que comunicarse con el INPEC para que les dieran alguna especie de respaldo y algo de seguridad”, y así fue, la esposa de Carlos se comunicó y toda la familia recibió el apoyo de la entidad. 

Dos meses duró Carlos en el hospital, cuando salió al ver todo el daño que le había hecho la cárcel a pesar de ser un simple funcionario, tomó la decisión de renunciar a su cargo. Se dio cuenta que valía más tener una vida discreta sin la presión que le generaba este trabajo a pasar más años de su vida viviendo como preso y arriesgando su vida. 

“Mi más grande sueño se convirtió en mi peor pesadilla, hoy vivo mucho más tranquilo, tengo salud, estoy en paz y no corro peligro, además tengo mi familia a mi lado que siempre será lo más importante”, así ve Carlos su pasado, como una horrible pesadilla que no le gusta recordar. La cárcel se llevó muchos años de su vida, y a cambio casi acaba con la misma. 

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