Una visita inesperada
Así pasaron horas y David no hacía más sino llorar y temblar, no se atrevía a voltear porque sentía que eso que había visto aún permanecía detrás de él.
Por: María José Riaño Pedraza
David recibió una compañía inusual un día después de que falleciera su abuelo materno. Su madre y su padre se encontraban alistándose para salir al sepelio de su abuelo y tenían que estar allí a las 6 de la mañana. Él tan sólo tenía 10 años, por lo cual sus padres creyeron conveniente no hacerlo asistir a aquel evento que iba a estar acompañado de profunda tristeza y desolación. David se quedó durmiendo en el cuarto de su abuelo ya que estaban de visita por lo acontecido y ese era el lugar en dónde había pasado la noche en compañía de sus padres. Ellos salieron, lo dejaron bien arropado y con la puerta trancada.
A eso de las 8 de la mañana, su madre se empezó a preocupar porque aún seguían en el lugar del sepelio. Se puso a pensar en que si su hijo se despertaba no iba a poder salir a comer algo por lo que le habían ajustado muy bien la puerta. Aprovechando que estaba en oración, empezó a pedir por él para que estuviera bien mientras ellos llegaban. Al cabo de unas horas, David sintió que alguien se recostó detrás de él, y empezó a despertarse. Pensó que era su madre o su padre quién se había recostado allí. Se volteó inmediatamente de la posición en la que estaba para saludar, pero se encontró con algo diferente a lo que había imaginado.
David se encontraba recostado al lado derecho de la cama, pegado hacia la pared. Al sentir la presencia de alguien detrás de él y dirigir su mirada hacia allí, se quedó en un estado de shock temporal, que le sirvió para analizar muy bien lo que ahora se encontraba enfrente de él. Aparentemente era una persona, que estaba arropada, solo que tenía un aspecto algo confuso. Su cuerpo estaba cubierto con las sábanas de la cama por lo cual no se pudo distinguir muy bien su apariencia. El cabello de tonalidad blanca, simulaba estar peinado hacia atrás y solo cubría la mitad del cráneo. Su rostro era algo esquelético, tenía muy poca piel, facciones muy marcadas, pómulos sobresalientes y el mentón muy delgado. Sus ojos estaban cerrados, como si estuviese durmiendo, cerca al rostro tenía sus manos que eran demasiado delgadas y no se podían observar muy bien.
Justo después de asimilar y atravesar ese estado de confusión, el niño reaccionó y se volteó inmediatamente contra la pared. Estaba tan asustado que no sabía qué hacer, se pegaba cada vez más a la pared y no podía controlar las lágrimas que salían de sus ojos por la angustia e incertidumbre que estaba sintiendo. Lo único que hacía David era orar para que sus padres llegaran lo más rápido posible. En medio de su desesperación, levantaba la cabeza para observar si seguía ahí y al ver su cabello blanco, se volteaba inmediatamente por el temor que le estaba causando.
Así pasaron horas y David no hacía más sino llorar y temblar, no se atrevía a voltear porque sentía que eso que había visto aún permanecía detrás de él. Unos cuantos minutos después, escuchó la puerta de la casa, empezó a pedir dentro de sus oraciones para que fueran sus padres e irrumpieran rápido en la habitación. Estiró su pierna para sentir si eso que lo acompañaba seguía allí, y aún arropado, sintió cómo una brisa fría pasó sobre su pie.
Efectivamente los que habían llegado a la casa eran sus padres. Al abrir la puerta de la habitación, su padre se encontró con una escena muy peculiar, su hijo pegado hacia la pared llorando desesperadamente. Las sábanas de la cama junto a él, estaban completamente destendidas, como si alguien recientemente se hubiera levantado de ahí. Él recordó que al salir en la mañana, dejó esa parte de la cama con las sábanas bien extendidas, por lo cual se le hizo muy extraño encontrarlas así. Corrió a abrazar a su hijo y le preguntó qué era lo que había pasado. Cuando David se volteó con la ilusión de ver que era su padre el que había llegado, se dio cuenta que ya no había nadie detrás de él. Lo abrazó y se atacó a llorar, le comentó todo lo que había sucedido mientras ellos no estuvieron.
Minutos después, al comentarle a su madre lo que había ocurrido, ella lo asoció con la angustia que sentía al ver que se estaban demorando y por lo cual oró para que él estuviese bien. Ella en sus oraciones, le pidió a su padre que lo cuidara mientras ellos llegaban y al conocer lo que le ocurrió a David, supo inmediatamente que el alma de él lo cuidó hasta que ellos llegaron. Desde ese suceso David comprendió que su abuelo fue el que lo acompañó porque su madre le comentó que el alma de las personas que fallecen, no es igual a su cuerpo en vida, por lo cual esa experiencia que vivió, ahora le genera paz y tranquilidad.
Serie: #Crónicadelosabuelos
FUENTES:
Jesús David Riaño Pedraza (Protagonista) Luz Marina Pedraza León (Madre del Protagonista) Henry Riaño Clavijo (Padre del Protagonista) Imágenes tomadas de: https://www.pexels.com/es-es/