Una muy pesada carga: La adicción
Por: Daniel Gutiérrez
Ahora que lo pienso, siempre llamó mi atención el cómo una persona a la que señalamos de “habitante de la calle” solía sentarse junto al caño de la calle 127 con séptima, bajo la lluvia, con sol, podía ser un jueves o un festivo. Nunca supe su nombre, pero seguro él conocía a quienes trabajábamos en ese sector. El motivo por el que este personaje sobresalía en un panorama que desafortunadamente ya tenemos normalizado, es que casi siempre tenía una botella de licor con él, en muchas ocasiones parecía su única compañía, y definitivamente no era un impedimento para que junto a un Pan pa ya, de manera siempre respetuosa (dentro de las circunstancias) pidiera algo de comer.
Yes, I’ve been black, but when I come back, you’ll know, know, know, es una frase de la canción Rehab de Amy Winehouse que me hizo pensar, cuando se trata de alcoholismo, de adicciones en general, no todos los que lleguen a ese punto, vuelven, y en la sociedad que vivimos se suele olvidar a un grupo de personas que sufre y lucha cada día, esas que a veces son invisibles pero que sienten, lloran, duelen y de vez en cuando, ríen.
Entonces, preguntas empezaron a llegar a mi cabeza, ¿Qué pasa con estas personas? ¿Qué sucede con las adicciones? ¿Cómo es que Colombia maneja esta problemática social? Según cifras del Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia, realizado por el Observatorio de Drogas de Colombia y el Ministerio de Salud y Protección Social del año 2016, evidenciamos que en Colombia las sustancias más consumidas son la marihuana, cocaína, basuco, y por supuesto, el alcohol. Un dato del mismo estudio que es más preocupante, es que, de cada 100 escolares, 64 personas declararon haber consumido alguna vez al menos una sustancia psicoactiva. Las adicciones no discriminan, se han llevado padres, madres, famosos, y personas de las que nunca sabremos.
De cada 100 escolares,
64 personas declararon haber consumido
alguna vez al menos
una sustancia psicoactiva.
Después de leer esas cifras, salí de mi oficina y quise hablar con esa persona que vi por varios años cerca del caño de la 127 con séptima, pero que casi siempre fue invisible. Como ya no trabajo ahí, tuve que tomar la ruta Z4, en la cual me fui imaginando todas las preguntas que le podría hacer, y tal vez, hacerle saber de alguna forma que nunca fue invisible, y que después de un par de años recuerdo su formalidad. Antes de bajarme del bus, ya lo buscaba por la ventana. Nada. Veo el tronco de árbol a medio cortar en el que solía sentarse, quizá a tomar el sol, pero no está. Caminé por ambos costados de la 127 desde la carrera novena, hasta la séptima, pero no lo encontré. Me senté a un costado del Carulla y prendí un cigarrillo, desde ahí tenía una buena vista, pero él nunca llegó.
La historia de las adicciones es compleja, se ha llevado a grandes artistas de la gran pantalla como Philip Seymour Hoffman, Prince, Jimmy Hendrix, entre otros, y sin ir muy lejos, grandes personajes del medio local también han sido de alguna forma victimas de estas, desde Diomedes Diaz hasta Margarita Rosa de Francisco. Pero de nuevo, ¿Qué pasa con las personas que no tienen el sustento económico, o el apoyo de una fanaticada para salir de ahí? Preguntas que no salían de mi cabeza, y por eso quise una respuesta de parte de esos que pocas veces tienen voz, y así fue como en un día soleado conocí a Jhon William.
Cuando veo a Jhon William por primera vez, me lo encuentro bajo la mirada de un sofocante sol, a la altura de la calle 72, cerca del Centro Comercial Avenida Chile. Cruzaba la calle cuando bajo la sombra de uno de los árboles del separador veo a un personaje de pañoleta roja en la cabeza, con un par de trenzas en el cabello del tipo Snoop Dog, que, aunque se veía que estaba huyendo del sol, tenía una cobija que cubría sus piernas y manos. Jhon William me cuenta que es de Cali, pero está en Bogotá desde los 2 años, su pasión es el Hip hop, la música, pero con algo de resignación y sin parar de mover sus manos, una acariciando a la otra, me dice que no hay estudio así que no hay cómo grabar algo.
Intentando buscar un tema común, pues Jhon se ve algo tenso, le pregunto: ¿Pudo ver a Colombia en el mundial? Pero Jhon contesta desinteresado que no, casi no ve fútbol, “por ahí de vez en cuando, no me doy ni cuenta, creo que los sacaron”. En ese momento comprendo que nuestra realidad es otra, creemos ver e incluso afirmamos que el país se paraliza cada vez que juega la selección, pero hay personas que por circunstancias ni siquiera lo notan. Entonces le pregunto, si no es el fútbol, ¿qué le gusta hacer? Y Jhon dice, “pues caminar por ahí, viendo ropa, viendo vitrinas, tomar trago, así no más”, entonces, creyendo haber encontrado un tema que lo hacía parecer más cómodo, le pregunto, ¿Cuál trago le gusta más? Su respuesta no la esperaba. “El alcohol mezclado con agua o gaseosa. Antiséptico, JGB, puede que sirva”.
“Es que como toca dormir en la calle,
pues no hay nada más para hacer,
entonces toca al menos pues estar borracho,
porque no hay más que hacer, ¿sí?”
Por consiguiente, quise abordar el tema directamente con Jhon, y le pregunté si consideraba que tenía una adicción, pero, su repuesta fue “es que como toca dormir en la calle, pues no hay nada más para hacer, entonces toca al menos pues estar borracho, porque no hay más que hacer, ¿sí?”. En ese momento, nos interrumpe un señor y se acerca a Jhon, y le dice “tome, pa’ las onces”, y le entrega en la mano una bolsa de buñuelos. Jhon le agradece. En ese momento voltea nuevamente, me mira y ríe. Jhon toma alcohol etílico todos los días, pero no considera que tenga una adicción, pues cierra el tema diciendo “Pero no es que yo sea tan adicto a eso, para nada”.
Las respuestas de Jhon, aunque me sorprendían, seguramente son de esperar para las personas que lideran una nueva campaña en Bogotá, hecho por La Secretaría Social, que busca asistir a estas personas que se encuentran en estado de “indigencia”. El nombre de esta iniciativa es “Ángeles Azules”, y trata de ayudar al habitante de la calle por medio de una notificación que cualquier persona puede enviar por medio de su aplicación, indicando el lugar en el que se encuentre la persona que necesite asistencia, y se espera que de alguno de los 15 centros de rehabilitación que hay en la capital, llegue de forma oportuna la ayuda. Aunque sobre estos centros, no sabemos si son los mismos que Jhon calificó como peligrosos, “es chévere, sí. Entra gente un poco… ¿Sí? Como muy peligrosa entonces me tocó irme de allá”, refiriéndose a uno ubicado cerca a la Plaza España.
Los Ángeles Azules recorren la ciudad intentando convencer a los habitantes de la calle de asistir a los centros de rehabilitación, y esta, según Miriam Cantor -trabajadora de esta iniciativa-, es la labor más compleja, pues, si una persona con ventaja económica como Amy Winehouse cantaba They tried to make me go to rehab, but I said, No, no, no, evidenciando las pocas intenciones de pasar por un centro de rehabilitación, un habitante de la calle encuentra muchas más dificultades. Además de Miriam, Ángeles Azules cuenta con un equipo de más de 744 personas, y tienen cifras que ya respaldan un trabajo, como la asistencia a miles de habitantes, y un tratamiento terminado a 370 en el año 2018.
Los Ángeles Azules recorren la ciudad
intentando convencer a los habitantes de la calle
de asistir a los centros de rehabilitación.
La trabajadora de Ángeles Azules hace una recomendación que quizá muchos no teníamos en cuenta, y es que estas donaciones que en muchos casos se hacen de forma particular, como entregarles ropa, por lo general no es tan buena, pues uno de los problemas que ellos tienen identificados es que la mayoría de ocasiones, esto termina siendo revendido para que el habitante de calle compre más drogas. Entonces, ellos tienen un sistema que les permite hacerse a esas ropas, junto con otras comodidades, y de esta forma reducir las posibilidades de perder un aporte que se haya hecho de forma desinteresada.
Vale la pena recordar que cuando hablamos de centros de rehabilitación, no solo se trata de la rehabilitación que corresponde al habitante de la calle, sino a cualquier adicción. En este momento, y según Carolina Campuzano en un artículo para Vice del año 2017, en Colombia hay cerca de 429 IPS (Instituto Prestador de Salud) que prestan atención a personas con esta condición, siendo solo 20 de ellas de carácter público, 407 privadas y dos mixtas. En el mismo artículo, Carolina nos cuenta que, de los asistentes a estos centros, el 32,2% lo hace por consumir marihuana, 22,4% por cocaína, y el 17,1% por alcohol.
En conclusión, vemos las cifras referentes a la adicción en Colombia y en el mundo y dejan muchas preocupaciones. Es claro que este es un problema nos toca a todos de alguna u otra forma, y por eso es preciso que se sigan haciendo iniciativas a nivel estado para mitigar esta situación, y así mismo, nuestro aporte como ciudadanos es saber que personas como Jhon William no son invisibles. Seguiré buscando insistentemente cada vez que pase por la calle 127 con séptima, esperando ver a ese ciudadano que me hizo –sin saberlo- acercarme a entender un poco más de esta situación y agradecerle, esperando que no haya sido demasiado tarde.
The man said “Why do you think you here?”
I said “I got no idea”
I’m gonna, I’m gonna lose my baby
So I always keep a bottle near. Amy Winehouse.