En la plaza de mercado se trabaja mientras usted duerme.
Por: Lina Marcela Pérez Villegas
Aquella plaza de mercado parecía interminable. Has grandes paredes de ladrillo que forman las intimidantes bodegas ubicadas por sectores, el inigualable coctel de olores se percibe desde la entrada y acompaña durante todo el recorrido. Sus largos y estrechos pasillos llenos de colores, son fácilmente una obra de arte, la cantidad de personas inmersas en sus asuntos caminan de aquí para allá a un ritmo acelerado, todo, absolutamente todo, complementa el caótico ambiente que se vive en la popular plaza de Corabastos.
El remolino de sonidos golpetea los oídos de los presentes, sin embargo, parece que la salsa de Joe Arroyo, el vallenato de Diomedes Díaz y la balada de Giovanni Ayala, todas sonando al mismo tiempo, combinado con gritos, risas y voces no es un impedimento para seguir cada uno en sus asuntos y conversaciones, sin ser afectadas. Un ambiente sofocante pero encantador.
En una esquina de las 57 bodegas se encuentra el puesto de la familia salamanca, un pintoresco y alegre puesto de frutas y verduras. Ahí atiende Don Pedro, un hombre de mediana edad quien le ha dedicado su vida, cuerpo y alma a sacar adelante el puesto que originalmente pertenecía a sus tíos.
El ajetreó de la plaza de mercado inicia cuando para muchos apenas está acabando el día, pues la jornada de los trabajadores empieza desde las 2:00 am donde se encargan de cargar, organizar y despachar los camiones que llegan cargados a la central de abastos, es aquí cuando la magia comienza, dándole paso a un día de trabajo más.
La rutina ya estaba establecida cuando aquel 17 de marzo del 2020, la vida da un giro inesperado. El aislamiento obligatorio se estableció a nivel mundial gracias a un virus que había llegado desde Wuhan – China. El Covid-19 acabó con el día a día al cual estaban acostumbrados, poniendo en la cuerda floja el trabajo de muchos en el lugar.
La desesperación comenzó a aparecer cuando el tiempo avanzó y nada mejoró. ‘‘Para mí fue muy duro el tema de la pandemia, pues no podía venir a surtir los víveres para mi negocio’’, manifestó Claudia, una de las muchas clientes de la plaza de mercado, quien creyó ver el final de su única fuente de ingresos: el restaurante.
Este es el testimonio de Don Pedro, quien en algún momento creyó tener que cerrar el negocio que con tantos años de esfuerzo su familia había creado. Sin embargo, el gobierno les dio una luz de esperanza a la cual se aferraron tanto ellos como vendedores como sus clientes mayoristas.
Aunque los puestos de ventas buscaron varias alternativas para no quebrar, seguían teniendo muchos vacíos, y el dinero era cada vez más escaso. No todos contaron con la misma suerte.
Actualmente, tras las vacunas se ha dado alguna recuperación económica pero la clientela no ha aumentado significativamente. Por su parte muchos de los restaurantes y locales que se vieron obligados a cerrar sus puertas apenas se reincorporan a la reactivación económica.
Por su parte Pedro y su familia aman su trabajo en la plaza, tanto así que sus hijos todos profesionales, desde sus respectivas carreras ayudan en el negocio familiar.
Aunque el ambiente en la plaza puede llegar a ser tedioso, Don Pedro no abandonaría su trabajo, pues ha sido suficiente para las necesidades de la familia.
Este no es un trabajo que se adapta a todo el mundo, pero las personas irradian la felicidad y con orgullo cumplen la labor de llevar la canasta familiar a los colombianos, por eso con mucho orgullo aseguran que no cambiaran su forma de ganarse la vida: la venta de alimentos en la gran central de abastos de Colombia: Corabastos.