Una vez que el cáncer llega, tu vida cambia
Un día te darás cuenta que no eres una sobreviviente más, eres una guerrera que jamás se rindió.
Por: Kelly Johanna Alí Oliveros
Corría el año 2016 y un suceso cambiaría por completo la vida de la abuela Héctar Isabel Gámez, tenía al frente nuevamente una prueba aún más difícil para demostrar su valentía. Cruzó por un infarto en el que luchó hasta el último momento por su vida, permaneció quince días postrada en una fría cama de hospital, sobrellevando con el pasar de los meses las duras secuelas físicas y psicológicas de lo sucedido. Salió victoriosa del primer gran reto para luego tener que enfrentar la dura batalla contra el cáncer de mama.
Todo comenzó un 22 de julio en una tarde soleada. En la ciudad de Barranquilla ella pasaba su tarde como de costumbre, recostada en su cama con una batola fresca para no morir del calor. Era su momento favorito del día, veía todas las novelas que pasaban por un canal de televisión nacional. Ella no concebía perderse un capítulo. ¡Ay de ti si la interrumpías!, la verías enojada frunciendo el ceño y haciéndo muecas.
Todo trascurría como de costumbre, era un día común y corriente, hasta que al levantar sus brazos para apoyar su cabeza notó un pequeño bulto del tamaño de un cacahuate sobresaliendo de su seno derecho. Asombrada y un poco nerviosa llamó a su hija Ilse para mostrarle esa protuberancia.
-Madre ese bulto se ve extraño, creo que es necesario que te llevemos al médico para que lo analicen-, dijo Ilse.
-Espero no sea nada grave-, exclamó Héctar, con cierto tono de preocupación.
-Ay mamá, no te vayas a preocupar que sabes que no le hace bien a tu tensión, puede que sea algo insignificante. ¿Sientes dolor? -, preguntó Ilse.
-No hijita, estoy bien. -, afirmó.
Dos días más tarde madre e hija estaban en la clínica cumpliendo la cita. El doctor que la atendió hizo los respectivos exámenes, palpó esa pequeña masa y ordenó practicar algunas pruebas diagnósticas.
Los días transcurrían lentamente, la abuela se la pasaba con el teléfono en su mesa de noche esperando esa llamada que daría certezas sobre su situación. Las novelas ya no importaban. Las noches las pasó en vela por la angustia y la desesperación. Sus emociones eran una montaña rusa, a pesar que el médico le pidió permanecer calmada.
Semanas después recibió la noticia. Ese bulto pequeño que crecería con el tiempo, resultó ser un tumor cancerígeno. El médico solicitó una remoción completa del tejido mamario de su seno para que el cáncer no afectara otros órganos. Era necesario, había que hacer lo posible para salvar su vida.
El llanto fue incontrolable para Héctar, el temor de enfrentar esa enfermedad le causó un sin fin de emociones, pero estaba dispuesta a continuar y luchar por su vida sin importar qué tan difícil y doloroso podría ser este proceso. A pesar del terrible pronóstico agradeció que la enfermedad se detectó en una etapa controlada. Había esperanza de una vida más alentadora.
En los próximos meses la abuela se sometió a una exitosa cirugía para eliminar hasta el último rastro de ese “pequeño cacahuate”. Duró alrededor de dos semanas en la clínica mientras monitoreaban su estado de salud, después de eso fue recibida de la manera más cálida y acogedora por parte de sus hijos y nietos que la extrañaban en su hogar.
El tiempo pasó y ella poco a poco recuperó la normalidad de su vida, volvió a disfrutar de su café en las mañanas y de las interminables novelas. Sin embargo, los rastros físicos y psicológicos dejaron huella.
El cáncer es una enfermedad que se posiciona a nivel mundial como la segunda causa de muerte y en el 2020 cobró la vida de diez millones de personas, según la organización mundial de la salud (OMS). Las posibilidades de sobrevivir son escazas ya que en la mayoría de los casos se detecta en un estado avanzado, No fue el caso de la abuela, ella corrió con fortuna.
En la actualidad Héctar se encuentra estable, ella no se cansa de luchar, su terquedad. A veces hasta le gusta asumir nuevos retos, parece que la existencia pone dificultades precisamente para que no se olvide que estamos vivos. Quién lo iba a creer, el Covid-19 tocó la puerta de su casa y ella también lo venció en franca lid.
Ellas. Héctar, es mi abuela y le profeso toda mi admiración. Es el ser más valiente y noble que conozco. La vida le ha golpeado varias veces, pero sin importar que tan duro sea, en todas se levanta con la misma fuerza, dejándonos asombrados a todos los que la conocemos. Mi corazón siempre la recuerda con gozó y me motiva enormemente a ser mejor cada día, a valorar lo que tengo, a no subestimarme, a dar todo de mí, aunque haya cien baches en el camino.
Mi “Gaguelita”, así como la llamo de cariño, es un ser de luz y la forma más hermosa que tiene la vida de mostrarme lo fuertes que podemos llegar a ser. Mi abuela es una sobreviviente y una heroína.
Serie: #CrónicaDeLosAbuelos