Una mañana que pudo haber cambiado todo

“Al ver el carro colgando me dio una crisis de nervios, lloré del miedo, pero también de la alegría, porque de no haber sido por un pequeño árbol no estaríamos contando el cuento”

Por Sofía Villegas Miranda

Con su voz entrecortada, Darío Miranda recuerda y describe la sensación que tuvo una fría y nublada mañana del año 1989, luego de perder el control de su taxi Renault 9, provocando que este fuera de punta hacia el abismo, poniendo no solo su vida en riesgo.

Darío es oriundo de Cúcuta, por lo tanto, estaba más que acostumbrado a realizar largos viajes por las carreteras de Colombia junto a su familia. Luego de pasar por su ciudad natal, cruzaron la frontera con Venezuela hacia San Antonio del Táchira, donde le cambiarían las llantas y los ejes al automóvil, pues ya se encontraban en mal estado. Sin embargo, tuvieron que iniciar un nuevo viaje hacia Bogotá con el carro en las mismas condiciones en las que había llegado al vecino país.

La carretera de Pamplona hacia Bucaramanga, bajando por el sector El Picacho, puede resultar una vía muy peligrosa, sobre todo si las condiciones climáticas no están muy favorables, pues se presenta neblina, y si llueve, el asfalto provoca que las llantas de los carros se resbalen muy fácilmente. Lamentablemente, así era el clima a las 7 de la mañana el día en el que Darío temió por su propia vida, la de su esposa Marina y la de dos de sus cuatro hijas, Yamile y Ángela, de 6 y 4 años respectivamente.

En una curva, Darío decide adelantar al otro carro, pero pierde el control del volante y este va de punta hacia un profundo abismo. En su mente recuerda cómo solo ocho días atrás una camioneta había tenido un accidente similar en el que habían muerto dos personas. Corrieron con una suerte casi inimaginable, pues un árbol trancó el Renault 9, impidiendo que pasara de largo y cayera, pero su vida y la de su familia, seguían corriendo peligro.

Con el carro colgando de medio lado, los demás transeúntes lo amarraron hacia arriba con lazos para poder estabilizarlo y procedieron a sacar a Marina por la ventana delantera derecha y luego a las dos niñas. Mientras Darío salía de la misma manera cuidadosamente para no desestabilizar el vehículo, su esposa y sus dos hijas se dirigieron a Bucaramanga en un trayecto de dos horas en busca de una grúa.

La grúa llegó al medio día, para luego conducir hacia un taller en Bucaramanga. En este tiempo, Darío pudo reflexionar y dar gracias porque todos habían salido ilesos de un accidente que les pudo haber costado la vida. A raíz de este suceso tuvo más responsabilidad en la vía y hoy aplica el refrán ‘’del afán no queda sino el cansancio’’. Esa experiencia lo lleva a recomendar siempre que no se debe adelantar a otro carro en una curva, pues él y su familia corrieron con suerte, pero no siempre la vida da otra oportunidad.

Serie: #CrónicaDeLosAbuelos

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